LA DESERCIÓN ESCOLAR EN CHILE

La deserción: sus características
La deserción es un proceso de alejamiento y de abandono paulatino de un espacio cotidiano -como es la escuela- que implica también el abandono de ciertos ritos personales y familiares que inciden en el desarrollo de la identidad y la proyección personal de un niño o de un joven.
La deserción es un proceso complejo, que no sólo está referido a la escuela y que tampoco tiene que ver, de manera unicausal, con la pobreza. Los estudios disponibles sobre la deserción señalan que ocurre en relación con diversos ámbitos: se deserta , progresivamente, desde la escuela, desde la familia, desde el barrio, desde el grupo de iguales y, finalmente, desde las leyes vigentes en un país. Por lo general, el primer hito desde el cual se deserta es la escuela; a partir de allí, se posibilitan otras deserciones. De allí la importancia de abordar la deserción escolar y las condiciones que la hacen posible.
La deserción se desarrolla en el contexto cotidiano de niños y niñas y de jóvenes que viven esa experiencia en soledad: sin un grupo familiar con capacidad y energía para preocuparse por este doloroso rompimiento, sin una institución escolar que dé señales de interés hacia quien está desertando; sin un barrio o una comuna que ofrezcan alternativas educativas que acojan a quienes viven este proceso. Por otra parte, no se deserta de la escuela o liceo súbitamente. Es un proceso que se incuba y gana terreno paulatinamente. En consecuencia, hay señales que permiten percibir su inicio y su avance.
El proceso de deserción también afecta a la institución escolar que es objeto del abandono, puesto que en los momentos que realice su autoevaluación, serán objeto de análisis no sólo los porcentajes que testimonian su ocurrencia, sino que también los mecanismos explícitos o implícitos que lo facilitan. Los estudios y la observación empírica muestran que en la medida que baja la presión de las expectativas sobre un alumno, se facilita el inicio, desarrollo y conclusión de su proceso de deserción. Si se piensa que tiene que irse, que ya se ha hecho todo por él o ella, o que el destino de una niña es quedarse en su casa cuidando a sus hermanos menores, se está escribiendo en su biografía escolar una profecía autocumplida. Dicho de otra forma, hay situaciones cotidianas de la vida de la escuela que en el imaginario de quienes hacen parte de ella sólo tienen un desenlace: la deserción.
Quien hace abandono del sistema escolar se ve enfrentado a poner en juego estilos de sobrevivencia, o bien habilidades laborales iniciales para asegurar su propia manutención. Los jóvenes que abandonan el liceo, en su mayoría, adquieren responsabilidades laborales y familiares (por ejemplo, las jóvenes embarazadas), desarrollan autonomía y deciden respecto de su quehacer diario: optan por un espacio vital más apropiado para el momento que están viviendo. En este contexto, es necesario destacar que no se constituye una relación mecánica entre deserción e ingreso al mundo laboral; su causalidad es más compleja. Cabe agregar, además, que la inserción laboral es frágil, precaria y esporádica, situación que puede traducirse en un buen aprendizaje de la tarea o en un fracaso frente a la misma trayendo consigo una corta vida laboral y/o una larga cesantía y frustración.
Por tanto, la deserción escolar involucra diversas dimensiones que tienen que ver tanto con la persona que deserta, con la institución escolar desde la cual deserta, así como con el resto de los espacios que quien deserta comienza también a abandonar: grupo familiar, grupo de pares, amistades del barrio, redes sociales cercanas, entre otras.
(Extracto ponenecia Sra. Cecilia Richards: “HISTORIAS DE DESERTORES: LAS VIDAS DETRÁS DE LAS CIFRAS”